Historia


resized_398px-004-colegio_cervantes_barroso-1En 1933, el provincial, el H. Laurentino, envió a varios Hermanos a Sevilla, Córdoba y Huelva para sondear entre la población y las autoridades eclesiásticas las posibilidades de fundación de nuevos colegios maristas. A Córdoba llegó el H. Servando, que en mayo de ese mismo año alquiló un piso bajo, en el nº 10 de la calle Barroso para instalar el Colegio.

La calle Barroso, nombre que mantiene en la actualidad, pertenece a la parroquia de San Juan y Todos los Santos (Trinidad) y comunica la plaza de  San Juan con el convento de Santa Ana, en pleno centro de la ciudad. Dicha casa alquilada era un antiguo palacio, que aún hoy en día se mantiene en pie.

Se escogió el nombre discreto de Cervantes por la vinculación del escritor con Córdoba.

Dos hermanos iniciarían el curso 1933/34. El primer día de clase sólo hubo un alumno matriculado y al día siguiente se unió uno más.

Para finales de octubre la dotación humana del colegio se había incrementado con un hermano y doce alumnos más. El curso finalizaba con 29 alumnos. Después de las fiestas de  Navidad del curso 1934/35 había ya 61 alumnos matriculados y  se unieron dos hermanos más.

Las buenas previsiones de matriculación para el curso 1935/36 llevaron a buscar un nuevo acomodo.

El tercer curso de los Hermanos Maristas en Córdoba se iba a iniciar en un señorial y amplio edificio, bien distinto  del  anterior.   Se trataba del Palacio de los Condes de Torres   Cabrera, emplazado en el nº 13 de la calle de idéntico nombre. Esta calle comunicaba los Jardines de Colón con la plaza de Capuchinas. El curso se iniciaba el 1 de octubre de 1935 con 64 alumnos que aumentaron hasta llegar a 111 en diciembre.

Algo más que cambios de imagen tendría el colegio durante la guerra (los hermanos vestían con sotana). Una compañía de transmisiones se instaló en las dependencias del colegio y una clase baja se adaptó como refugio durante los bombardeos aéreos. Esta clase recibió el sobrenombre de “El sotanillo” y dio origen a una revista quincenal, editada por los alumnos, con poesías, artículos, chismes y caricaturas.

resized_800px-007-colegio_cervantes_torres_cabrera-1A pesar de las penurias económicas, el colegio  se encargó de 40 huérfanos de guerra, almuerzo y educación incluidos.

Finalizada la guerra, para el curso 1939/40, el número de alumnos llegaba a los 300 y en el 1940/41 se contaba con 13 hermanos y 3 profesores seglares.

Uno de los centros de Acción  Católica se creó en el colegio el 6 de noviembre de 1940. Sobre todo se dedicó a una intensa labor catequética y de ayuda social en el, entonces, barrio de las afueras de la capital conocido como Los Olivos Borrachos. Allí compraron los Maristas un pequeño local para realizar su apostólica labor.

A partir del curso 1942/43 pasó a ocupar varias dependencias del edificio de la plaza de la Compañía (antigua plaza de Queipo de Llano), donde se mantuvo durante treintaiún años. Esta casa palacio fue utilizada como colegio por los jesuitas, pero éstos eran expulsados de España el 2 de abril de 1767 por orden de Carlos III. El colegio fue comprado al rey por un deán de la Catedral, para fundar unas escuelas gratuitas para niños pobres. Nacen así las Reales Escuelas Pías de la Inmaculada Concepción. Éstas eran gobernadas por un Patronato integrado por los canónigos de la Santa Iglesia Catedral de Córdoba que ocupasen los puestos de deán, magistral y doctoral, el cual alquiló algunas aulas del mismo para Cervantes. En enero de 1946, el magistral que reemplazó a aquél con el que los Maristas firmaron su primer contrato les propuso quedarse con la dirección de las Escuelas Pías y ampliar el colegio con los locales que ocupaban los maestros y se aceptó dicha propuesta.

Las actividades extraescolares tuvieron siempre gran importancia en el colegio. Particular solemnidad y preparación tuvieron los actos en honor de la beatificación de Marcelino Champagnat. Sucedida ésta el 29 de mayo de 1955, se proclamó “Año Champagnat” el curso 1955/56. En la iglesia de La Compañía se colgó un enorme lienzo que representaba al nuevo beato con la Virgen María.

Desde 1962 se inicia la práctica de Campamentos de Verano, para alumnos y con alumnos mayores y algún hermano como monitores. Y en 1971 se creó una sección del movimiento Scout.

Aunque la Acción Católica terminó desapareciendo en los años 60, otras actividades benéficas surgieron, siendo la principal la Campaña de Navidad, organizada por Cáritas Diocesana desde principios de los 60. El Día del Hambre, el Domund o la misión marista en Bolivia eran otros momentos del curso para comprometer la generosidad de los alumnos y sus familias.

Un total de 200 hermanos pasaron por el colegio durante los años que el colegio estuvo en la plaza de la Compañía. Componían casi en su totalidad el cuerpo docente ya que no había necesidad de un excesivo profesorado seglar.

Las buenas relaciones con el Patronato de las Escuelas Pías y el disfrute del viejo caserón de la Plaza de la Compañía, no ocultaron nunca a los hermanos maristas la realidad de que debían encontrar un emplazamiento propio y definitivo para el Colegio Cervantes.

resized_800px-cervantes-fuensantaLa adquisición en 1955 del solar de 10.000 metros cuadrados del Brillante abrió una esperanza para la construcción del nuevo edificio definitivo para el Colegio Cervantes. Los años cincuenta mantendrán esta esperanza, pero no se construirá nada en él; sólo se plantarán árboles, se harán un pozo de agua para fuentes y doce duchas y se utilizará el terreno para crear varios campos pequeños de fútbol.

La primera mitad de los sesenta mostrará el desánimo de los hermanos por el tema: dificultad en obtener un préstamo del Monte de Piedad y Caja de Ahorros y retorno a los arreglos en el antiguo Colegio de Santa Catalina. Mientras, el edificio de La Compañía no podía dar más de sí para el alto número de alumnos: se habían creado clases imposibles en los últimos recovecos, a veces era preciso atravesar un aula para llegar a otra, los patios se habían quedado pequeños y las habitaciones de los hermanos resultaban de una incomodidad excesiva, incluso para una orden religiosa.

Aprovechando la coyuntura oficial que fomentaba la creación de centros de enseñanza con generosos créditos a bajo interés, con el dinero de la venta en 1969 del solar del Brillante y tras rechazar por insuficiente un proyecto de colegio en la calle Sagunto (el actual Santa María de Guadalupe, de los franciscanos), se adquirió un terreno de 15.000 metros cuadrados en la Avenida de la Fuensanta número 35, a la sombra del santuario de la patrona de Córdoba. El solar se ubicaba en el centro del nuevo barrio de Fuensanta-Santuario que, proyectado desde 1968, construían el Instituto Nacional de Urbanización y la Caja Provincial de Ahorros. Cerca de 4.000 viviendas económicas, de entre 50 y 120 metros cuadrados, de entre cuatro y ocho plantas, iban a permitir a muchas familias acceder a su propia casa. La construcción del Club Santuario (frente al Cervantes, hasta el punto que fue su bar en los primeros tiempos) en 1973 y el Proyecto de Reparación y Equipamiento Urbanístico (1974), dotaron al nuevo barrio de instalaciones deportivas, zonas verdes, instalaciones escolares y aparcamientos.

Antonio Gil Moreno, capellán entonces del colegio, bendecía en 1970 la colocación de la primera piedra, aunque hasta 1971 no comenzarían las obras, que finalizarían en el verano de 1973 , inaugurándose el nuevo Colegio Cervantes para octubre del curso 1973/74.

La empresa de autocares Autotransportes López iniciaba una relación con el colegio, que dura hasta la actualidad, recogiendo alumnos por toda la ciudad, en numerosas líneas (llegaron hasta nueve).

Tras acertadas modificaciones en su primitivo diseño, el colegio tenía cabida para unos mil seiscientos alumnos, tres aulas por curso de cuarenta puestos cada una, comedor escolar de 300 metros cuadrados, laboratorios, biblioteca y salón de actos con capacidad para seiscientas butacas.